Vol 4 No 1 2010

PART TWO of La Infancia y los exilios/Childhood and Exile: UNEXILE SANTIAGO

SEGUNDA PARTE de la Infancia y los Exilios/Childhood and Exile: DESEXILIO

SEGUNDA PARTE de la Infancia y los Exilios/Childhood and Exile: DESEXILIO

a Carlos Ruiz y Alejandra Undurraga
a José Miguel Arteaga y Marcela Mewes
a Ron Bordessa

I] Introducción
Cuánto, ciudad ex-mía y post-mía
casi mía ahora en esta parte de tí
cuando el silencio gutural se sumerge
en tus entrañas mismas.
Voy por tu silencio, entonces
extraño a las voces, los rostros son oscuros
en el día la lluvia cae por el corredor
de mis recuerdos en un pesado espanto.
Ciudad, dime que tú todavía
tienes tierra para mí,
que mis células aun yacen
en el solar de mis antepasados.
Santiago, llevo tus monumentos en la piel
sin embargo, los antiguos rincones se fueron
de mí como los pájaros en invierno,
las flores amarillas de los cerros están allí
pero, no las veo como recinto,
¿dónde te escondes, Santiago,
dónde estás de verdad
en qué paseos o calles o cerros
te escondes de mí?
Santiago, cuando la tiniebla cae
sobre la nieve y entonces mis ojos recuerdan
lo que no existe,
de los abolengos de mi familia circunspecta
nace la espera de tu mirada:
eres en la comarca que presides
un esperanto de geografía:
eres en mí lo que ya no es:
Ni el lenguaje suave o abusivo
de las tertulias irreverentes
ni el leve movimiento de los cerros
en la bruma caliente del verano.
Yo era tu mirada
yo era tu sonrisa
en los domingos de mañana
iba a las misas aristocráticas
iba a tus célebres tertulias
bebía vino sin esperar nada
eras simplemente en mi
lo que yo era en ti
domingo a domingo.
Pero, la sangre que ebullía en tus entrañas
me llevó del sol al frío y al hambre.
Hoy bebo nieve blanca
y la longitud de tu destino
me señala que en ti
ya no seré más simplemente un conocido.
Ciudad, ciudad
me dejaste de querer cuando me fui,
yo no volví a ti por temor a la muerte,
la muerte me caló la piel
y se detuvo en ella
y tú, ciudad, me dijiste
que no morir entonces
era lo mismo que no ser en ti.
Y así las calles y las herraduras de tus bicicletas
se fueron de mis ojos por el laberinto negro
de los insomnios
y las noches precedieron a los años
y el agua del río que inunda los aromos
se fue de mi sed por un decenio
y no tuve la certeza de tus cerros
ni la distancia blanca de tus temporadas
y los caminos de mi inercia adolescente
ya no estuvieron más en tus actos
       y fui por otros rumbos en silencio.

II] Después de 11 días
Dónde estás, mi ciudad,
dónde vacias tus avenidas en las arterias
de tus habitantes,
dónde te escondes
cuando voy por ti en el túnel
que separa la vida de la noche.
Y entonces, ciudad mía,
dónde, dónde estás
cuando yo te siento desde lejos.
Santiago, tus esquinas me llueven con el sol
y el sol salpica sus nostalgias
desde la nieve que rodea tu cintura:
abrazo tu cintura, ciudad,
tus pechos y tus torres
y el cielo que cae en la madrugada
por el rojo de tu alma,
ciudad, ciudad ¿estarás
acaso en los desayunos diarios
en el té, en las flores, en el agua?
Escucho en las mañanas
la movilización de tu sangre
y me levanto desde la noche
y duermo sin dormir
contigo en mis espaldas
y levanto una copa de cristal y vino
y el rojo de tus rodillas
cae en mí como el espejo
en que mis ojos rodean
la musculatura de tus párpados,
¿dónde, dónde volverás a mí y yo a ti?
Recogeré tus hilos
y haré un cuadro
con tus acontecimientos diarios
con tus ojos de limpieza simple
ciudad mía
¿dónde, dónde fuiste
por estos largos años de ausencia?
Dime, Santiago
que yo no soy distinto
aunque mis dedos hablen en otra lengua
dime que mis ojos todavía
caben en tus pupilas.
Santiago, yo te amaba en las mañanas
eras de frío en julio
y ardiente en la arena del verano
y el verde crecía en tus rodillas
y caía el agua pura en el otoño.
Tu canto, Santiago,
en las infinitas correas del día
yo soñaba con un mundo hecho de tus niveles
venías a cada instante por la distancia,
despertaba en la noche
cuando sólo los invisibles sonidos de la aurora
se movilizaban por tus venas.
Tu sangre Santiago, llevaba el mar
desde la sal hasta la cima de tus piedras
eras en mí
rogabas en mí
caminabas en mis pies
amabas mi amor por la semilla
llegabas en los vaivenes del calor
me llevabas hasta tus confines
bajabas tus expectativas.
Ciudad, ciudad
en mí eras, yo era en ti
en mí crecías, yo crecía en ti
eras mi suerte, mi destino
eras el corazón de los siglos
y yo rezaba tus rezos hasta
el mismo etéreo silencio.
Santiago yo era en ti
era tu porte, tu estímulo,
tu vertiente, tu sigilo.

III] Epílogo
Santiago, tus buses me llevan hoy día.
Voy por la tierra con tus emblemas.
Llevo tu estructura en mis huesos.


Claudio Durán